El club de los ricos con Yate

Un rico no es un rico de verdad hasta que no tiene barco. Esta es una de las reglas no escritas en el protocolo de los magnates.

El Azzam, perteneciente a la familia real saudí, tasado en 459 millones de euros, es la embarcación más cara del mundo. El oligarca ruso Roman Abramovich posee la segunda más costosa: el Eclipse (340 millones de euros). Su flota se completa con otras tres naves más. Su compatriota Yuri Sheffler ocupa el tercer lugar en el escalafón al pagar 242 millones por Serene.

Pero este verano hay un barco en el que están puestas todas las miradas, el Alamshar, propiedad del Agá Jan. El líder de los ismaelitas ha visitado en numerosas ocasiones el astillero de Plymouth (Reino Unido), en el que se fabricaba su último capricho, para dar indicaciones a los constructores. La nave ha costado unos 150 millones de euros, aunque después de tamaña inversión y de seis años de construcción no verá cumplido su objetivo de alcanzar una velocidad de 70 nudos.

El Agá Jan quería tener la embarcación más rápida del mundo, pero su Alamshar —bautizado así en honor a uno de sus mejores caballos de carreras— será finalmente botado sin haber llegado a esa meta. Ni los motores Rolls Royce, que le han instalado, han conseguido tan preciado objetivo. Ahora los constructores solo esperan que todo el tiempo y la tecnología invertida sirvan al menos para “posibles operaciones militares”. El millonario no ha ocultado que está muy contrariado por el pobre resultado.

El ‘Azzam’ de la familia real saudí es la embarcación más cara: 459 millones.

Lo del Agá Jan con la velocidad viene de lejos, el riquísimo líder espiritual, con una fortuna valorada por Forbes en casi 600 millones, logró atravesar el Atlántico en un tiempo récord de dos días y diez horas con otro de sus barcos: Destriero.

Wealth X, una firma especializada en elaborar estudios sobre la riqueza en el mundo, realizó recientemente una lista con las diez adquisiciones más caras de la historia, y ocho de ellas eran yates. Según esta firma, los multimillonarios desembolsan una media de 22 millones de dólares (16 millones de euros) en embarcaciones. Los nombres suelen ser una declaración de intenciones. El de Tiger Woods se llama Privacy (privacidad), el de Johnny Depp, Vajoliroja (una combinación de iniciales de sus familiares) y el de Eric Clapton, simplemente Va bene.

Así como existe un ciclo de festivales de cine, el mundo del lujo acuático tiene su propia red de encuentros, gracias a la cual los propietarios de estos castillos flotantes se encuentran periódicamente para hablar, entre otras cosas, de sus preciados tesoros. La más importante se celebra en mayo. Los constructores del mundo se reúnen en los World Superyacht Awards para entregar unas ostentosas estatuillas con la forma del dios Neptuno a las naves con el mejor diseño. El ganador de la última edición fue el Madame Gu, de dueño desconocido, que atracó en junio en Barcelona. El Dubai International Boat Show o el British Motor Yacht Show son otros dos eventos que los barcoadictos marcan en sus calendarios.

En España solo hay un lugar en el que se pueden elegir los ingredientes de una embarcación de lujo. Íñigo Toledo es el único diseñador español de barcos exclusivos. Fundó su empresa con 22 años y con 32 coordinó la construcción del barco que los empresarios de Mallorca regalaron al rey Juan Carlos, el Fortuna. Toledo, al frente del Barracuda Yacht Design, ha obtenido numerosos reconocimientos, incluida una nominación a los World Superyacht Awards, los premios más prestigiosos en este ámbito, en 2012.

El 95% de su clientela es internacional.“El número de extranjeros representaba más o menos la mitad, pero esa tendencia se ha modificado”, explica. El diseñador puntualiza que nunca ha tenido ninguna petición estrambótica porque no frecuenta el mercado ruso y árabe. Para Toledo, los dueños de las meganaves se dividen en dos categorías: los que las adquieren por presumir y los que verdaderamente aman el mar y las disfrutan. “Los primeros son solo un 20%, pero sí, es cierto que existen”. Siguiendo por el camino de las clasificaciones, Toledo se anima y propone otra: los que saben lo que quieren y los que dan más tumbos. Entre los primeros están aquellos con más tradición en esto de tener una flota privada: italianos, ingleses y franceses. Los dubitativos son los ciudadanos de países emergentes que de un tiempo a esta parte, empiezan a tener posibles: chinos y rusos. Esta segunda especie “cambia muchas veces de opinión, incluso cuando el proyecto ya está en fase de construcción”, apunta.

En España se matricularon en 2007, 507 yates con más de 12 metros de eslora y 90 con más de 18. En 2012, solo se registraron 30 yates de más de 18 metros. Amancio Ortega, dueño de Inditex, posee el mejor de España, el Valoria con el que navega por aguas gallegas en compañía de su familia. El atraque lo tiene en Pontevedra.

Algunos de estos barcos visitan las costas españolas. Recientemente los mallorquines han podido volver a disfrutar el espectáculo del Venus, el yate que el fallecido Steve Jobs nunca llegó a ver. Muy cerca de él, flotaba el Hampshire II, la embarcación del magnate del petróleo Jim Ratcliffe. Un portavoz de la Asociación Española de Grandes Yates asegura que hay que huir de la idea de que tener un barco es una cuestión de ostentación. Él prefiere destacar que detrás hay un negocio. Según sus cálculos, los turistas que llegan a España por mar gastan 450 euros al día, mientras que los que lo hace por tierra o aire, 70. Siempre hubo clases.

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